lunes, noviembre 20, 2006


El noble arte de comparar artículos:



Toni Soler en La Vanguardia:

AUNQUE QUEJARSE DE LA RENFE PUEDE SER ALGO SUBVERSIVO,según el nuevo diputado de Ciutadans Antonio Robles, que es colaborador del diario electrónico de Jiménez Losantos. Afirma Robles que las críticas a la gestión de Renfe son una estratagema de los nacionalistas (es decir, esta masa amorfa que vota CiU, PSC, ICV, ERC y en parte PP) para exigir el traspaso de la gestión de los trenes de cercanías. Así que si se suben a un tren en Sants y les deja colgados en un túnel, no olviden llevar consigo la estelada para cagarse en todo con la debida pasión patriótica. Es muy descorazonador que cuando se habla - por fin- de un tema que afecta a nuestro día a día, los Ciutadans lo llevan al terreno de lo identitario. ¿No se trataba de lo contrario, de pedir a la Generalitat que se encargue de los problemas "reales" que nos amargan el día, día tras día?

Lo más destacado del artículo de Robles es que compara la actitud de la prensa catalana con la del régimen del apartheid en Sudáfrica. Nada nuevo, por desgracia: Arcadi Espada y compañía también suelen comparar la Catalunya actual con el franquismo, y llaman "nazis" a los que no están con ellos. Alguien debería contarles en qué consistió el nazismo. El franquismo, en teoría, ya saben de qué iba. O quizá no.

Antonio Robles en Libertaddigital:







La Renfe como coartada

La RENFE es uno de esos monigotes contra el que todo español que se precie ha soltado o soltará alguna diatriba. Desde tiempos de Maricastaña, o más. O sea que no vamos a ponernos a defender la historia de un eterno retraso.

En estos últimos días, sin embargo, esa crítica estacional se ha revolucionado hasta convertir la primera página de El Periódico de Cataluña en un túnel negro como el buraco del diablo. Sólo ha sido la culminación de otras muchas noticias que han arreciado sus críticas a RENFE sin saber muy bien por qué ahora y no hace siete meses. Le daré pistas: los traspasos de competencias que prevé el nuevo Estatuto.

Cualquier observador que, a lo largo de las últimas semanas, se haya entretenido en seguir la prensa catalana, en caso de no haber sido vencido por el sopor, habrá podido observar un fenómeno curioso. Todo comenzó con una noticia sorprendente: un tren de la RENFE había llegado con media hora de retraso a la estación de Vilanova y la Geltrú. Entendámonos, lo sorprendente no es el retraso, sino el hecho de que tal evento constituya una noticia. Empezó como comienzan habitualmente estas campañas, con breves notas y crónicas que iban apareciendo un día sí y otro también: un retraso en Premià de Mar, un incumplimiento horario en Barcelona-Sants, etc. La cosa llamaba la atención por lo intrascendente. Uno no podía dejar de preguntarse, ingenuamente, a que venía tan súbito interés mediático por un tema, aparentemente, tan escasamente noticiable. La cosa fue in crescendo. Poco a poco, los retrasos de la RENFE fueron escalando posiciones en el ranking informativo. En las dos últimas semanas han copado, prácticamente, la sección de sociedad de los grandes diarios barceloneses. Sólo hacía falta una noticia real para desatar el fin.

El procedimiento es fácilmente detectable. Lo utilizan todos los regímenes totalitarios: se absolutizan determinadas noticias mientras que otras se silencian. Se juega a conceder visibilidad o invisibilidad, según los intereses políticos del momento. Si hemos de creer en nuestra prensa, de pronto Cataluña se ha visto sometida a algún tipo de fenómeno paranormal de origen desconocido, que ha provocado que repentinamente los ferrocarriles de la RENFE hayan empezado a fallar; las locomotoras se hayan averiado, todas a la vez; los empleados se hayan transformado en personajes siniestros que, como buenos lacayos del imperialismo español, tornan en testigos insensibles del padecimiento de los sufridos usuarios. A cada hora llegan a las redacciones nuevas noticias que dejan patente el caos absoluto de la red ferroviaria catalana. Pero, alto ahí, el caos no afecta a toda la red, únicamente a la que depende de España. Milagrosamente, los Ferrocarriles Catalanes y el Metro de Barcelona han escapado a esta ola de desastre. Sus retrasos y averías no han sido consideradas como noticiables por unos medios de comunicación volcados en relatar la catástrofe de la RENFE.

La técnica es bien conocida. Se usó, con éxito, por ejemplo, en la Sudáfrica del aparheid: un blanco es agredido por un grupo de negros, en titular a ocho columnas; un negro es agredido por un grupo de blancos, pequeña nota en página impar. Se trata de manipular, de crear estados de opinión artificialmente para, una vez creados, ponerlos al servicio de nuestros intereses.

El diario Avui titulaba recientemente en portada y a toda página: Govern i societat civil clamen des de la impotencia contra RENFE. Otro titular del mismo periódico: S’intensifiquen les protestes i la indignació pel pèssim servei de la companyia. Y aún otro: Clam unànime contra RENFE per l’allau reiterada d’avaries. Si hemos de hacer caso a nuestra prensa, se diría que estamos al borde de una revuelta popular.

¿Cómo se puede llegar a ser tan chapuceros? Lo que decía al principio: si quieren reclamar la transferencia de competencias, que la reclamen de una vez, pero que dejen de insultar la inteligencia de una ciudadanía que sufre diariamente las incidencias de la RENFE, de los Ferrocarriles Catalanes, del Metro, del autobús y del tranvía. Y hace un par de días apareció en el Avui una pequeña noticia sobre el mal funcionamiento de Correos. Dios nos coja confesados.
Por cierto, RENFE, el que seas medio para mercadear traspasos no disculpa un ápice la desconsideración hacia los pasajeros atrapados en un túnel durante más de una hora. Hay cosas que sí son reales y además asustan.


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